jueves, 12 de noviembre de 2009


MI DIARIO DE ARUBA

Lo bueno de no hacerse una idea del lugar que vas a visitar, o de no tener expectativas concretas, es que luego si las cosas salen mal, la decepción es mucho menor, y si salen bien la experiencia es más que fantástica.

En el caso de Aruba debo confesar que no sabía ni dónde estaba y tampoco que existía. Nunca había oído hablar de esa isla así que busque unos pocos datos en internet, primero para asegurarme de que realmente existía, luego para saber más o menos por donde quedaba, y finalmente para no aterrizar en Oranjestad, su capital, como una auténtica ignorante. Llegué con cinco datos en la mente. Sabía que era una isla; que había pertenecido a las antillas holandesas; que su moneda era el Florín pero que el dólar era también moneda habitual de cambio; que sus playas eran paradisíacas; y que su ubicación, a 35 kilómetros de la costa venezolana, no queda generalmente en la ruta de los grandes huracanes.

Ahora, y después de cinco días de visita, sí conozco ese paraíso. Forma parte de las islas ABC, que son Aruba, Bonaire y Curaçao, o lo que es lo mismo el Caribe holandés. Desde su costa suroeste se puede ver en días especialmente claros el horizonte venezolano, incluso con suerte la ciudad de Maracaibo, y aunque Colombia no queda a la vista, está a tan solo hora y media de vuelo. Su extensión es de 180 kilómetros cuadrados, eso es unos 31 kilómetros de largo por 10 de ancho, y su población es de unas cien mil personas.

El 1 de enero de 1968 obtiene un estatus de autonomía dentro del Reino de los Países Bajos, lo que la separa del resto de las Antillas Neerlandesas: cuando asume como primer ministro Henny Eman, desde esta fecha es un territorio no metropolitano de los Países Bajos, con cámara legislativa propia.

¿Qué es Aruba?

Los datos de un país están siempre sobre el papel o en internet. Pero la definición de una nación, o más bien de su gente, es algo bastante más difícil ya que no tiene nada que ver ni con las cifras, ni con las estadísticas. Y en este caso responder a la pregunta ¿Qué es Aruba? resulta especialmente complicado. Podríamos decir que Aruba es Europa pero a ritmo caribeño. Pero nos quedaríamos muy cortos. Porque un país, al margen de su historia, que ya llegaremos a ella, sus monumentos o actividades, que la isla también los tiene; un país, decía, es ante todo su gente. Y ¿cómo es la gente de Aruba? Recordemos que estamos en el Caribe donde la imagen que nos ofrecen todos los folletos turísticos es de personas mulatas o negras, ataviadas con trajes multicolor y con mucho ritmo en el cuerpo. Pero en Aruba la gente no es negra, tampoco es blanca, ni mulata, ni indígena ..... En Aruba la gente es diferente teniendo sobre todo en cuenta que aquí viven unas cien mil personas de 96 nacionalidades o culturas diferentes, lo que hacen poco más de mil por nacionalidad. Y al ser tan pocos en cada grupo y como hay tantos grupos diferentes, la integración es un hecho. De ahí la eterna sonrisa de los arubenses, porque todos se sienten como en su casa; de ahí también su amabilidad, hospitalidad, encanto y una larguísima lista de adjetivos positivos.

“La grandeza de tu pueblo está en su gran cordialidad”. Así reza el texto del coro del himno nacional de Aruba y no cabe duda de que es cierto. El nativo actual es una mezcla de ancestros holandeses, españoles e indios caquetíos, aunque hay también muchos descendientes de otras nacionalidades sobre todo sudamericanas.

Todo esto explica en parte cómo es Aruba y los arubenses, pero tal vez lo que mejor define a este país es su idioma, el papiamento.

¿Hablar hablando?

Los arubenses hablan hablando, o eso es poco más o menos la traducción del idioma Papiamento, que buscando en la historia viene de “papia”, que a su vez tiene sus raices en la unión y evolución histórica de la palabra brasileña papear y la española hablar. En fin, un lío. Pero el caso es que en Aruba se habla hablando. Leído este idioma es relativamente sencillo de entender teniendo en cuenta que la forma de escritura de este idioma aplicado en Aruba está basado en el español. Pero hablado la cosa cambia considerablemente. En primer lugar porque los arubenses no hablan hablando, sino más bien corriendo, es decir, sus bocas parecen metralletas en pleno rendimiento, y por mucho que afinemos el oído resulta imposible captar una sola palabras. Suena alegre, divertido, con palabras cortas que parecen ir saltando una encima de otra.

- Bon bini. Kon ta bai? –me saluda el taxista a la llegada del aeropuerto.

- Mi ta bon, danki – respondo cordialmente – Mi por papia papiamento.

- Unda bo ta biba.

- Ban Divi Aruba All Inclusive.

La influencia española, portuguesa y holandesa es evidente pero este idioma, que suena la mar de divertido, tiene otras muchas influencias provenientes del inglés, africano, alemán, francés y también de los indios aruacas, originarios de la isla. De hecho se trata de una lengua criolla que al igual que otros idiomas nativos nació de la necesidad de comunicación entre personas con lenguas diferentes que en un momento determinado coincidieron en la isla. De acuerdo con algunos estudiosos, como Efraim Frank Martines, el papiamento tiene raíces afro portuguesas y nació como necesidad comunicativa durante la época de intercambio de esclavos. Otro estudioso, Ramon Todd Dandare, asegura que el papiamento etimológico tiene una estructura lingüística africana, con la mayoría de su vocabulario compuesto por variaciones de palabras portuguesas y españolas, con adaptaciones holandesas cuando el tema está relacionado con asuntos educativos, e inglesas cuando se trata de asuntos tecnológicos. El léxico de esta lengua está formado sobre todo por palabras que explican acontecimientos cotidianos y por definiciones del mundo circundante. Se trata por tanto de un idioma limitado en su número de palabras pero muy rico en su significado y alusiones con dichos que nos recuerdan a algunos de los nuestros: “cacho cu ta blaf no ta morde” (perro que ladra no muerde, y que significa que la gente que habla mucho no siempre hace algo) o “cabrito semper ta tira pa mondi” (las cabras siempre se dirigen hacia el bosque, que hace alusión a que los lazos familiares de una persona siempre se reconocen por sus características). En España decimos que las cabras tiran al monte pero en Aruba no hay montes porque es una isla esencialmente plana.

La evidencia de que el Papiamento se utilizó como la lengua nativa en las islas ABC se remonta más de trescientos años, con documentos que datan de comienzos del siglo 18, redactados en esta lengua en Curaçao. Estos manuscritos demuestran que el idioma era el autóctona de la población de la zona, incluyendo los nativos holandeses y los comerciantes judíos. Hablamos por tanto de una lengua joven que sin embargo está teniendo una importante influencia en la cultura de las islas ABC. De todas formas hay que destacar que desde que Aruba se separó de las Antillas Holandesas en 1986, el desarrollo del Papiamento en esta isla se está diferenciando de la de Curaçao y Bonaire. Los lingüistas arubenses están seguros de que esta lengua va a tener su propio lugar en el universo de los idiomas dentro de algún tiempo y desde luego va por buen camino teniendo en cuenta que fue reconocida en 2003 como la lengua oficial de Aruba, junto con el holandés. Y ¿quién sabe? A lo mejor en un futuro no demasiado lejano tenemos la oportunidad de estudiar Papiamento en nuestra Escuela Oficial de Idiomas para poder decir “mi ta gusta Aruba”. De momento sin embargo nos consolamos con el hecho de que los habitantes de la isla, no solo se conforman con hablar su lengua criolla y el holandés, sino que estudian también en el colegio inglés y español, otros dos idiomas que dominan a la perfección.

El arte del equilibrio

Lo más difícil en la vida, o al menos una de las cosas más difíciles, es encontrar el equilibrio entre los dos polos opuestos. Equilibrio entre lo bueno y lo malo, lo divertido y lo serio, lo bonito y lo feo y así sucesivamente. Y gran parte de este difícil equilibrio de la vida lo encontramos en Aruba. ¿Y en que sentido? se preguntarán ustedes. Pues en casi todos los sentidos. El arubense que a lo mejor no encaja en los cánones de belleza occidentales, destaca por su amabilidad y simpatía, la playa que tal vez no se acerca a la grandeza que habíamos imaginado, supera con creces el esplendor de la naturaleza y el restaurante más humilde de lo que a lo mejor estamos acostumbrados, tiene un servicio tan profesional que ya lo quisiéramos para nosotros. Entre cien mil personas han conseguido una casi perfecta armonía, y digo casi porque la completa resulta muy difícil de alcanzar. ¿Y cómo ha sido esto posible? Desde luego los acontecimientos históricos no parecen hablar a su favor aunque es a lo mejor ahí donde está el secreto.

Andamos ahora por las playas de la isla como hace mil años antes de Cristo lo hicieron los indios Caquetíos, descendientes de la tribu Arahuacos. Vivían en sencillas chozas construidas con palos de madera, ramas y paja, que se encontraban cerca de sus campos cultivados, que junto con el ganado y la pesca les proporcionaban la alimentación necesaria. Se dedicaban también a la alfarería y su cerámica tenía tanto fines utilitarios como propósitos ceremoniales.

Se han encontrado restos de los primeros asentamientos indios así como símbolos pintados aún visibles en rocas que en Fontein, Ayo y oros lugares. Ahora, al aire libre no queda nada de estos vestigios y los restos de cerámica pueden verse en el Museo Arqueológico mientras que el Museo Histórico ofrece una idea de cómo vivieron y trabajaron los primeros pobladores de la isla.

El turista no es el conquistador de antaño pero a veces tengo la impresión de que igual que ellos, en su ignorancia, arrasaremos todo, a pesar de nuestra supuesta sabiduría. Ejemplos de esta destrucción la encontramos a miles en los países que basan parte o gran parte de su economía en el turismo. Y cuando los conquistadores llegaron a Aruba, se llevaron casi todo por delante. El explorador español Alfonso de Ojeda fue el primero (después de los indios Caquetíos, claro) en encontrar la isla. Ocurrió en 1499, pero al igual que las islas vecinas de Bonaire y Curaçao, fue considerada oficialmente inútil e inservible. Los españoles encontraron a los nativos viviendo como ellos habían vivido en la edad media y no tardaron en embarcar a todos los indios hacia Santo Domingo para trabajar como esclavos en las minas de oro. Pocos años después los españoles recuperaron el uso de las tierras arubenses como un gran rancho para el ganado y algunos de los oriundos regresaron para trabajar allí. El escaso interés de los españoles por la isla hizo que durante algún tiempo los nativos volvieron a tener el control de lo que había sido sus tierras. A partir de ese momento el control de Aruba se presenta como un continuo ir y venir de naciones. Los Países Bajos, y más concretamente la Compañía holandesa de las Indias Occidentales, conquistaron la isla en 1636, y mantuvo su control durante casi dos siglos. Las Antillas Holandesas, formadas por las islas ABC, eran dirigidas por un gobernador que informaba directamente a la Reina de Holanda. En aquella época se prohibió el asentamiento de otras nacionalidades pero los europeos comenzaron a inmigrar a finales del siglo 17.

Luego, durante las Guerras Napoleónicas llegaron los ingleses que se hicieron fuertes en Aruba entre 1805 y 1816, siendo posteriormente devuelta a los Países Bajos. En 1828 pasa a control de las Indias Occidentales Danesas, y en 1848 pasa a formar parte de las Antillas Neerlandesas. Probablemente atraídos por el oro descubierto en la isla en 1824, comenzaron a llegar muchos venezolanos que dieron el primer toque latino a la isla. Sin embargo la mina de oro dejó de ser rentable y fue sustituida por las plantaciones de aloe y por la llegada de la refinería El Lago. Durante la Segunda Guerra Mundial, fue una importante fuente para el abastecimiento de combustible de las fuerzas aliadas que operaban en Europa. Lo que expuso su puerto al asedio de submarinos de la Alemania Nazi,, algunos de los cuales yace ahora en el fondo del mar.

Con este trajín de nacionalidades que han entrado y salido de la isla, mezclándose los unos con los otros y adaptándose constantemente a nuevas circunstancias, se me ocurre que la propia historia ha contribuido a hacer de los arubenses lo que son hoy en día: un pueblo lleno de mezclas de culturas que ha aprendido a convivir con toda normalidad. Supongo que hartos también de vivir siempre pendientes de dominar o ser dominados.

Los ladrones del mar

No cabe duda de que Iki es un buen ejemplo de todo lo dicho hasta el momento. Es un hombre alto, corpulento, de piel castaño oscuro, rubio y cuyos ojos azules compiten en belleza con el color del mar que rodea la isla. Tiene una voz profunda pero todo él emana ternura y a buen seguro que a lo largo de su casi medio siglo de vida, ha roto varios corazones. Porque Iki es un hombre más que bien parecido; tiene esa justa mezcla entre lo mejor del europeo y del caribeño, la justa mezcla sin exagerar.

Nos recibe con una amplia sonrisa, en su mano un vaso de plástico lleno de hielo y un líquido amarillo que resulta ser whisky, y nos ofrece algo de beber. Una Balashi, la cerveza local, estará bien. Su garito se llama ZeeRovers, y se encuentra en Savaneta, en la costa sur de Aruba, muy cerca de San Nicolás, la segunda ciudad de la isla. Y digo garito porque estamos en una especie de chiringuito de playa de la España de los sesenta, con suelo de tierra y techo de hojas de palmera. Aunque eso si, con pantalla parabólica, televisor plano de plasma y el partido de turno a todo volumen. Alrededor de las mesas metálicas, sentados sobre las sillas de plástico, hay grupos muy variopintos de amigos; gente local de la isla, pendientes del partido comentando las jugadas en Papiamento; turistas (posiblemente aficionados a la pesca) que entre sorbo y sorbo de su Balashi, hablan en inglés comentando dios sabe que; más turistas, gente joven, que curiosean en este nido de piratas (ladrones del mar) a la espera de que llegue algún barco con pesca; y más curioso, esta vez habitantes arubenses que esperan lo mismo para comprar pescado. Porque ZeeRovers, es un bareto pero también un pequeño muelle donde algunos de los pescadores locales guardan sus barcos. Es aquí de donde salen o bien por la mañana, o por la tarde, para regresar luego a puerto con un puñado de peces.

Eso es al menos lo que nos cuenta Erick Bislick, Iki para los amigos, que no esconde su decepción por la merma de captura en lo que va de temporada. En estos días, nos cuenta, solo salen los pescadores profesionales, los que solo viven de la pesca, porque los demás consideran que no merece la pena. Aquí, dice, hay algo más de media docena de barcos pero hoy solo han salido tres. Los demás dueños tienen otro trabajo que les resulta más lucrativo.

Y debe tener toda la razón. Durante las horas que estamos ahí entran dos de los tres barcos que han salido a faenar. Regresan con media docena de dorados del mar, un pez grande, de varios kilos, y de exquisito sabor.

Iki habla por los codos al tiempo que se asegura de que la captura llega a su sitio, porque aquí, Erick es el que corta el bacalao. No nos cabe la menor duda. El pescado tiene que estar fresco y de calidad garantizada e Iki es el responsable de que así sea. El pescado sale del barco para quedar tirado sobre el muelle y de ahí es llevado a la mesa de limpieza donde un joven negro filetea el pescado con una profesionalidad que nunca había visto. En un minuto tiene los filetes perfectamente limpios de espinas y el pescado listo para ser vendido. Y así hasta completar toda la captura. Una pareja de nativos se lleva de inmediato uno de los dorados, mientras que el resto de la captura termina en la nevera industrial. Esto, nos dice Iki, es para los restaurantes. Siempre quiero ofrecerles lo mejor y lo más fresco. Es la garantía para que me sigan comprando.

El sol ya va camino al otro lado de la tierra, todos los barcos están en puerto, y ahora solo queda preparar la cena. En ZeeRovers se espera un gran grupo de gente que ha reservado para comer pescado fresco al tiempo que disfruta del suave oleaje del mar.

A orillas del mar

Francis nos cuenta que el mar en la costa que da a Venezuela, a pesar de tener cierto oleaje, es un mar en relativa calma, cuyo movimiento depende mucho del viento. Aruba tiene dos temporadas climatológicas importantes. La temperatura en la isla no varía gran cosa a lo largo del año, entorno a los 28º C. La gran diferencia está en el viento que sopla con más fuerza entre abril y septiembre, que es la temporada baja en la isla. Aún así hay que destacar que las islas ABC quedan generalmente fuera de la ruta de los huracanes aunque algunas veces su efecto sobre el agua hace estragos en la isla. Francis recuerda que hace unos cinco años uno de los huracanes arrastro consigo un oleaje tan fuerte que el mar subió más allá de algunas casas. Los destrozos fueron importantes aunque no hubo desgracias personales.

Sin embargo, la costa que da al mar caribe abierto, es otra cosa. Ahí el oleaje tiene más fuerza y el mar se embravece a medida que el viento sopla con más fuerza. Es una costa casi desierta, sin construcciones, con menos playas y más zonas rocosas. Aún así aquí también hay puntos de interés como por ejemplo la piscina natural que se encuentra dentro del Parque Nacional, la Capilla Alto Vista y las Ruinas de la mina de oro Bushiribana. A lo largo de todo este recorrido que se puede hacer en coche aunque lo mejor es en un jeep ya que la carretera es de tierra con sus lógicos desperfectos, vemos pequeñas montañas de piedra, cinco o seis colocadas en formación una encima de otra. ¿Y eso para que servirá? Cuenta Francis que hace muchos años a alguien se le ocurrió que colocar unas piedras encima de otras trae consigo buena suerte. De ahí que toda esta costa, llena de piedras y rocas, está plagada de símbolos de buena suerte. Sin embargo parece que todo es un cuento de hadas y da fe de ello una joven estadounidense que se casó en Aruba pidiendo con su formación de piedras que su matrimonio durara toda la vida. En menos de un año se había divorciado. Claro que no sabemos si esa era realmente la buena suerte. Supongo que el tiempo lo dirá. No sabemos cual de los miles de pequeños montecitos de piedra era la de esta joven recién casada pero eso da igual porque donde hay fe parece que no muere la esperanza.

No podemos decir lo mismo del Faro California, que se encuentra en la punta oeste del país. Un Faro que sigue cumpliendo su función pero que está cerrado al público a cal y canto. Hace algún tiempo un joven buscó otra vida desde lo más alto del Faro porque su amor no era correspondido por su amada.

El Capitan Tuy

Levantarse a las seis de la mañana para ir de pesca estando de vacaciones parece una locura pero con el Capitan Tuy las cosas cambian considerablemente. Las playas de Aruba están en la costa suroeste y es ahí también donde se encuentran todos los complejos turísticos y las zonas de ocio. Malmok Beach, Palm Beach e Eagle Beach son las más concurridas aunque en la isla hay otras como Rodgers Beach y Baby Beach. Pero es en las tres primeras donde encontramos todas los deportes y diversiones relacionadas con el mar y es también ahí, más concretamente en el Palm Beach, donde habita el Capitan Tuy y donde amarra su barco de nombre Go Get’em. Y eso es exactamente lo que pretendíamos, ir a por ellos, a por los peces naturalmente. El día amaneció algo nublado aunque sabíamos que las nubes se disiparían una vez entrada la mañana. Aunque la verdad es que para pescar da igual sol que nubes.

El capitan Tuy nos estaba esperando en su barco y tenía todo listo para “ir a por ellos”. Es un hombre alto, grande, de piel oscura, de origen colombiano, nos contaba, y con una mirada llena de ternura y tristeza al mismo tiempo. Se había casado hacía cuatro años con una mujer muy guapa según nos contó Francis y fue además una boda memorable con una fiesta que abarcó toda la calle de la vecindad y en la que bailaron y bebieron hasta altas horas de la madrugada. Ella es una mujer guapa y menuda y el un hombre con la piel curtida y bien grande. Lo de la pesca le viene de familia. Su padre le enseñó ya en la infancia y desde entonces no ha dejado de pescar. Alquila su motora a los turistas y dicen además que es uno de los mejores pescadores de la isla. Nosotros lo ibamos a comprobar en un momento al tiempo que el capitan se lamentaba de lo mal que iba la pesca en las últimas semanas. Es como si todos los peces hubieran emigrado. En cualquier caso teníamos que intentarlo y para ello había preparado sus mejores artes pesqueros. El mismo había preparado la carnada, unos peces algo más grandes que los boquerones y con el anzuelo bien camuflado. La idea era pescar al curri, con el barco de un lado para otro. No nos alejamos demasiado de la costa y había algunos otros barcos por la zona. El capitán estuvo un buen rato dando vueltos y mirando detenidamente el movimiento del mar. Tardamos más de una hora en tener suerte pero luego los dorados entraban uno detrás de otro. Peces grandes, de más de dos kilos, de carne blanca y que se llaman así porque en el agua brillan como el oro. Quince piezas en total al margen de alguna que otra que se consiguió soltarse del anzuelo. Eran poco más de las once cuando regresamos al muelle, llenos de orgullo con la pesca. Y ahí en tierra estaba todo dispuesto para el banquete. Porque si uno pesca luego tiene que comer lo que ha pescado. No nos ibamos a zampar los quince peces pero si compartir entre los cuatro uno de ellos, el más grande. Y ahí mismo en el muelle, los limpian en un santiamén y luego en uno de los restaurantes de la playa preparan el pescado a gusto del cliente. Y había hambre, eso lo aseguro ya que no habíamos desayunado y el aire del mar abre el apetito. Y ese pescado a la plancha, con una buena ensalada y una cerveza bien fresquita sabe a gloria a las doce de la mañana, al margen, naturalmente del orgullo de comer algo que uno mismo ha capturado.

El capitán Tuy comió con nosotros y nos aseguró sin ánimos de presumir, que el es de los mejores pescadores de la isla y le creímos. Los demás barcos apenas regresaron con dos peces y nosotros habíamos pescado quince, y todos de un tamaño considerable. Todo el mérito de nuestra pesca era desde luego suya ya que nosotros solo aportamos la presencia y el honor de recoger el carrete cada vez que los peces picaban.

Sea Trek entre otras muchas experiencias

Nunca pensé que fuera a emular al capitán Nemo pero mira por donde se presentó de pronto la oportunidad de pisar el fondo del mar y de dar un agradable paseo entre los peces multicolor. En frente de un poblado llamado Pos Chiquito, no lejos de Savaneta y del pequeño embarcadero de nuestro amigo Iki, hay una isla llamada De Palm Island donde un inversor privado ha organizado una serie de actividades acuáticas destinadas al ocio familiar. Hay playas, posibilidad de buceo, snorkel, comer, tomar copas y también pasear por el fondo del mar entre otras muchas cosas. Una experiencia sin duda única que uno no debe dejar pasar. Se trata además de algo bien sencillo, para lo que no hace falta experiencia ni ninguna habilidad especial. Tan solo colocarse la escafandra y sumergirse seis o siete metros e iniciar el recorrido para ver un avión sumergido o sencillamente disfrutar de los cientos y cientos de peces que nadan a nuestro alrededor mientras recorremos los 114 metros dispuestos en las profundidades. Y ahí abajo, con la soledad que da la inmensidad de los mares, podemos también sumergirnos en nuestra propia mente y dar rienda suelta a la fantasía. Porque ahí abajo vivimos aislados, sin ruido, con la capacidad de oír los propios pensamientos y aunque el mundo bajo el agua nos lleve a una vida de encierro en nuestro propio ser, dándonos la capacidad de ver lo diminuto que en verdad es el ser humano; y aunque todo eso ocurra ahí abajo, tenemos al mismo tiempo la percepción de la grandiosidad del mar.

Emulando al capitán Nemo es sin duda una auténtica experiencia de la misma forma que lo es subir a bordo de un submarino. Se llama Atlantis y se sumerge a 120 piés poniendo a nuestra disposición todo lo que ofrece las profundidades del Caribe. Y hablo de submarino, submarino, no un barco con visiones panorámicas. Antes de subir abordo uno tiene la impresión de que la claustrofobia estará presente en todo momento. Pero nada más lejos de la realidad. Cuando el mar se abre ante nosotros en toda su inmensidad, con los suaves rayos solares iluminando sus criaturas, se nos amplía la visión del mundo. Conseguimos ver bastante más allá de nuestra propia nariz y esa visión tan limitada es la claustrofobia humana.

El placer de una buena mesa

Hablar de comida en Aruba es hablar en primer lugar del agua. Ya se que no tiene nada que ver pero un buen vaso de agua bajo el calor sofocante tiene cierta similitud con una experiencia Gourmet. Y el agua de Aruba es inmejorable, digno de ser embotellado y servido en las mejores mesas Estrellas Michelin. ¿Y cómo es eso? Aruba no tiene agua, en Aruba no llueve casi nunca. La explicación la encontramos en la Empresa de Agua y Electricidad, WEB N.V. que no solo provee la isla de energía sino que es sobre todo famosa por su agua clara para beber. El proceso de desalinización con el agua filtrada a través de corales, da como resultado un líquido fresco y sabroso que fluye directamente del grifo y que es embotellada por la Compañía Tropical Bottling bajo el etiquetado de "AWA" que en papiamento significa sencillamente agua.

Y con el agua sobre la mesa podemos echar un vistazo al menú. La comida ha jugado siempre un papel importante en Aruba y gira entorno a lo que ofrece su propia naturaleza. Así la comida procedente del mar permanece como el principal componente de la dieta de Aruba, así sea a la parrilla, asado, al horno o frito. Esto significa que si hablamos del Plato Nacional de Aruba nos referimos a “La Pesca del Día” sobre todo la barracuda que se encuentra en las aguas que rodean la isla durante todo el año. Pero hay también otros pescados como el jack, wahoo, mahi mahi, atún y el pez rey, que se sirve con una salsa criolla de caldo, frescas hierbas y verduras picadas. Las comidas tradicionales se acompañan con arroz, pan batí (tortas de maíz) o funchi. Y para el que no quiera agua puede disfrutar de la cerveza local, Balashi.