miércoles, 6 de abril de 2011

En el corazón del Mediterráneo




Mi mejor referencia con respecto a ese país era "El Halcón Maltés", la película de John Houston, con el inigualable Humphrey Bogart al frente del reparto. Me encanta Bogart, con su cara de poquer y pocos amigos que con su mirada es capaz de reflejar los sentimientos más puros del ser humano, pero también los más mezquinos. Pues eso era lo que yo sabía de Malta. Pero desde luego que el país no es eso. Es otra cosa. Y es que un país que se encuentra en el corazón del Mediterráneo, a medio camino entre Túnez y Sicilia, y que engloba a tres pequeñas islas pobladas, Malta, Gozo y Comino, y otras dos sin poblar, Cominetto y Filfla, poco tiene que ver con la industria de Hollywood que la mayoría de las veces confunde el tocino con la velocidad. Y en Malta no hay confusión alguna. Ahí cada cosa tiene su sitio, cada piedra cuenta su historia y cada casa tiene su nombre.

BAUTIZO DEL HOGAR
                              
Así Malta es la isla donde los habitantes tienen a bien bautizar sus hogares con el nombre de sus seres queridos, para que el cartero, a la hora de repartir las cartas, no tenga duda de donde entregarla. Es la carta para Feliciana que vive en la casa de Tía María. ¿Que qué calle? Quien sabe y a quien le importa. Porque Feliciana vive en la casa de Tía María, construida en su honor, en el pueblo de Paola, al sur de Valetta. Y el cartero lo sabe de la misma forma que conoce los nombres de los inquilinos de las casas ....... en los pueblos Safi, Attaré o Zebbug.


EL TESORO, EL GRAN TESORO

En Malta, las carreteras que cruzan la isla de norte a sur y de este a oeste forman un pequeño laberinto de caminos por donde antaño pisaron los cartagineses, árabes, normandos, o romanos, por citar tan solo unas pocas civilizaciones. Y la verdad que es que no puedo imaginar que es lo que vieron en estas islas porque haber, lo que se dice haber, no hay nada, quiero decir en cuanto a recursos naturales se refiere. Las islas están formadas por rocas sedimentarias formadas hace más de treinta millones de años, cuando los enormes ríos de Europa fluyeron hacia lo que hoy día es el Mediterráneo. Así se formaron estas islas de origen marino que así a simple vista ofrece al visitante, al margen de una brillante historia, un montón de piedra que dicho sea de paso se extrae en canteras y se utiliza para la construcción. Pero eso es tan solo una imagen superficial ya que este país tiene un gran tesoro: sus costas, repletas de puertos naturales, muy profundos y bien protegidos, que han constituido el gran atractivo de los invasores de las islas. Esto y su ubicación estratégica en el centro del Mediterráneo, por supuesto.


UN AUTENTICO ENCAJE DE BOLILLOS
Los malteses son muy conscientes de su gran tesoro que sin duda ha influido en el idioma. En este país hay dos lenguas oficiales, el maltés y el inglés. De ahí que miles de familias europeas, sobre todo españolas, deciden enviar a sus hijos a estudiar en verano. Es un país pequeño, seguro, con historia y cultura y además inglés. Luego, los chavales que llegan a miles pues aprender, lo que se dice aprender inglés, no lo llegan a prender del todo. Ahora eso si, hacen amigos y se lo pasan pipa durante treinta días a costa de mamá y papá que después de haber ahorrado durante un año sueñan con el regreso de su vástago convertido en un perfecto lord o una perfecta lady inglesa. Va a ser que no. Pero bueno, el inglés está ahí y todo el mundo lo habla perfectamente. Casi todos chapurrean también algo de francés, español, italiano e incluso alemán porque eso es lo que da el turismo, la gran industria del país. Y todos, por supuesto, hablan maltés. Su idioma es pura artesanía, lo mismo que su encaje de bolillos. 
      Digo yo, que cuando uno viaja por Europa o incluso a América, a pesar de no hablar el idioma del país siempre entendemos algo. Será a fuerza de escucharlo cantado por los grupos de moda o incluso por los propios viajes en sí. Pero en Malta, con el maltés, que es uno de los idiomas oficiales de la Unión Europea, no ocurre lo mismo. No, porque mi no entender ni una patata. El señor de la tienda de souvenirs hablaba árabe, estaba convencida de ello, hasta que de pronto decidí que no, que era italiano, aunque mezclado con una jerga rara, tal vez inglesa. El maltés es una lengua que se ha convertido en lo que es gracias al desarrollo de la propia historia del país. Hay muchos lingüistas que opinan que se trata de un habla inclasificable, y la verdad es que cuando uno lo escucha, eso es precisamente lo que parece. Procede de un antiguo dialecto del árabe magrebí que luego ha ido prestando cosas del italiano, siciliano, griego e inglés. ¡Imagínense el resultado! Un idioma divertidísimo que uno a veces cree entender pero que luego no comprende en absoluto. Ni patata.


TEMPLO DE GGANTIJA

Este templo megalítico,  junto con los de Hagar Qim, Tarxien y Mnajdra, forman desde hace muchos años parte del patrimonio de la humanidad. Y desde luego algo tuvo que tener Malta hace casi seis mil años ya que atrajo la atención de gentes provenientes probablemente de Sicilia.
    Colonos que buscaron paz y tranquilidad en el corazón del Mediterráneo. Ahí encontrar un hogar lleno de paz con abundancia en pesca y buen clima. Una tierra árida que sin embargo daba sus frutos y donde además pudieron dar rienda suelta a sus creaciones artísticas.
Es de suponer que llegaron a aquel lugar gracias a la benevolencia de Horus, cuyo ojo es el símbolo protector de los navegantes. Una imagen utilizada en la antiguedad por múltiples culturas aunque en la actualidad a penas ha sobrevivido. La excepción la encontramos en Malta donde los pescadores todavía se dejan proteger por estos ojos que en el corazón del Mediterráneo todo lo contempla.