lunes, 7 de noviembre de 2011

EL TRANSIBERIANO

     ¡Madre del amor hermoso! ¡Esto no es una estación, es un auténtico hervidero de gente!
     Sin duda alguna se me había olvidado que lo que predomina en China es precisamente eso´; GENTE. Mires donde mires hay miles, decenas de miles o incluso cientos de miles de personas y claro está que nuestra estación de tren de Beijing no iba a ser una excepción. Está claro que aquello parecía un auténtico hormiguero de personas que de tanto movimiento no quedaban atrapados con nitidez en la imagen, por lo menos no en la mía.


     Para no perder el tren en China hay que contar con tiempo, mucho tiempo, y a veces incluso más que cuando uno pretende volar. Los controles de seguridad, que tienen poco de control y menos aún de seguridad, conllevan por pura lógica, con tanto chino por medio, largas y larguísimas colas. Aún así la organización es relativamente correcta y está vigilada por los severos policías chinos que de cuando en cuando gritan con mala leche algo que uno deduce significa "mantente en la fila". Pero a palabras necias oídos sordos y los chinos siguen empujando a codazo limpio y se cuelan sin el menor pudor. Después de ver el "incontrol de la inseguridad" deduje que sirve ante todo para dar trabajo a un buen número de personas que de otra forma estarían en el paro. ¡Con la mala imagen que eso daría al mundo!
     En cualquier caso esta Estación de Ferrocarril de Beijing, la ciudad tiene otras tres, es estupenda. El inmenso pasillo que da a los andenes está llena de tiendas con unos escaparates multicolor que ofertan todo tipo de productos. También esta llena de gente que esperan la salida de su tren y lo hacen con paciencia, tumbados y dormidos en el suelo.
     Así comienza nuestro viaje por el Transiberiano, y digo por el, y no en el, ya que el transiberiano no es un tren sino una línea de ferrocarril. Y es que a la hora de hacer este viaje había poca información al respecto ya que siempre se habla del Transiberiano como un tren que recorre gran parte de Asia. Con este pequeño apunte inicial pretendo poner las cosas en su sitio para que no haya equívocos.
     La idea original de esta línea de ferrocarril recorre 9,288 kilómetros entre Moscú y Vladivostok siendo la línea más larga del mundo.  Una línea que existe y que es utilizada todavía tanto por trenes de pasajeros, como turísticos y de transporte. El gran impulsor de la idea fue el zar Alejandro III quien encomendó a su hijo Nicolás II el desarrollo del proyecto. Fueron necesarias muchas expediciones científicas para estudiar el terreno y otros tantos comités para poner en marcha la construcción que finalmente se inició el 19 de mayo de 1891. La primera piedra se puso en Vladivostok; Vladi significa poseer y Vostok oriente, por lo que la ciudad era el dominio sobre oriente. Y ese era precisamente uno de los objetivos de la construcción de la línea: desarrollar la colonización de las tierras de oriente y explotar los recursos minerales de la zona.  
     Dicen que el cálculo del coste monetario y humano de la construcción del Transiberiano está hecho, existe realmente en cifras, pero dudo mucho que se acerque a la realidad. Y no lo dudo por maldad sino porque en aquellos años los que se morían quedaban sin contabilizar en el camino y el dinero invertido acababa, al igual que ahora, en el bolsillo de muchos intermediarios. 
     En cualquier caso la historia,  también las necesidades comerciales y militares, al igual que las complicaciones de construcción, han desarrollado la idea original y ahora, esta misma línea, unida con otras, como el Transmanchuriano o Transmongoliano llega a otros puntos como Beijing y Ulaan Bataar. Y todo esto se ha convertido hoy gracias al turismo, tour operadores, agencias de viajes y mayoristas en lo que conocemos como Transiberiano, trenes operados por compañías privadas que llevan a sus clientes de un punto a otro con visitas y excursiones incluidas. Eso es, el tren se convierte en un hotel sobre ruedas.
     Podríamos compararlo con lo que tenemos en España; el Transcantábrico o el Al Andalus, trenes operados por una empresa que ofrecen comodidad y placer a sus clientes. Por las mismas vías de ferrocarril circulan también otros trenes, los normales de pasajeros y de mercancías, y lo mismo ocurre por el transiberiano.
     Así que lo que hoy se vende como el Transiberiano, son en realidad varios trenes privados, operados por una serie de empresas, que ofrecen su producto; trenes especiales para sus clientes que recorre la línea desde Moscú a Beiijing o Vladivostok, o vice versa. Está el tren Zarengold, que es alemán, el Golden Eagle, que es británico y el Transiberian Express, operado por una empresa rusa (seguro que hay más pero lo desconozco). No voy a entrar en la calidad ni en los precios aunque si decir que estoy segura de que varía según la empresa y que antes de comprar el billete conviene asegurarse  ya que la relación calidad precio debe ser la correcta. De todas formas hay que tener en cuenta que si bien la calidad del tren es importante también lo es el servicio y las excursiones ya que lo que realmente interesa en este viaje es todo aquello que uno llega a ver.

Pero volvamos a la Estación de Ferrocarril de Beijing, al hervidero de gente que llega a poner de los nervios aunque también deja una sonrisa en la boca ya que es un placer ver viajar a tanta gente. Porque viajar abre nuestras mentes y pone en su sitio gran parte de los prejuicios y sentimientos contradictorios que llegamos a acumular con respecto a otras razas y culturas.


  Y embarcamos en el tren, en el tren chino ya que hasta la frontera con Mongolia solo funcionan los trenes nacionales debido al ancho de vía. Nos han asegurado que es un tren de primera clase; de primera clase sin duchas y con tan solo un WC por vagón.


      Creo que mi próximo proyecto va a ser montar una empresa de servicios de limpieza en China, dedicada especialmente a los trenes, aunque después de tres días en la capital del país podría incluso extenderlo a otros sectores. 
     En cualquier caso, así comienza esta aventura, llena de ilusión y esperanza. A lo que en los días venideros se añade diversión, charlas y amistad. Porque si hay algo que el tren puede ofrecer, es la oportunidad de hacer amigos. Amigos que deben quedar para siempre. Como la primera noche a bordo alrededor de un buen vino  y con la curiosidad sobre que nos van a deparar los días venideros.  
 
 

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