lunes, 21 de noviembre de 2011

LA CIUDAD DE LOS PIES CANSADOS


     Podría ser el título de una película, tal vez de terror, pero no, "La ciudad de los pies cansados" es el título de esta reflexión sobre una de las metrópolis más grandes del mundo. Hablo de Beijing, la capital de la República Popular China, con una población que se acerca a los 20 millones de personas, lo cual no es mucho si lo comparamos con los 1.600 millones que tiene el país. En cualquier caso estamos hablando de una nación  inmensa, con una superficie que se acerca a los 9,6 millones de kilómetros cuadrados, y hablamos también de una ciudad grande que casi alcanza una extensión de 17.000 kilómetros cuadrados, o lo que es lo mismo, el doble que la Comunidad Autónoma de Madrid.
    
     Resulta por tanto fácil de comprender la razón por la que Beijing se convierte en la ciudad de los pies cansados, y es que por mucho que uno ande la meta siempre está por llegar. En Europa estamos  acostumbrados a ciudades relativamente manejables, en las que la zona de compras está en un lugar determinado, el de los restaurantes baratos en otra, tenemos la zona de cines, de teatros y los bares y cafeterías están distribuidos por todas partes.

     Pero Beijing es diferente, empezando por el nombre, que hace referencia a la capital que está en el centro. Los chinos creen que el universo es como un huevo y en el centro de ese huevo está su gran ciudad. Y si seguimos comparando tenemos que hablar del tamaño. Está claro que las dinastías chinas eran grandes, cultas e importantes, pero también lo era el Imperio Romano, el Reino de España en la época de la conquista, y la Francia de Napoleón. Hoy en día Roma, la capital de ese gran imperio, sigue siendo una ciudad caóticamente manejable; Madrid es una pequeña pero pateable ciudad cosmopolita; y París una magnífica ciudad turística digna sin duda de un emperador. Son como vemos capitales grandiosas pero sin exagerar.
    
     Ahora bien, Beijing, insisto,  es otra cosa. Históricamente la ciudad fue una de las capitales antiguas de China con un pasado que se remonta más de 3.000 años. Una dinastía tras otra ha querido dejar su impronta en esta ciudad que además ha ido cambiando de nombre siguiendo el parecer de sus gobernantes.  Llamado Ji en antigüedad, fue la capital del Estado de Yan, entre los años 770 y 476 a.d.C. Más tarde, en la dinastía Liao(907-1125), fue su capital temporal, llamada Yanjing, y en la dinastía Jin, se convirtió de nuevo en capital con el nombre de Zhongdu. Luego, con la dinastía Yuan pasó a llamarse Dadu y más tarde Jingsh y así hasta recibir el nombre de Beijing. Y en este Beijing las cosas se hicieron a lo grande. No hay más que echar un vistazo al Palacio Imperial, la humilde morada del Emperador, que cubre una superficie de más de 720.000 metros cuadrados y con un recorrido de la entrada a la salida, de varios kilómetros.
    
    Sería este tal vez el comienzo de las grandes dimensiones de Beijing que luego, con la llegada de Mao se fue afianzando para establecerse definitivamente a finales del siglo 20 y sobre todo de cara a los juegos olímpicos del 2008. El país que durante muchos siglos había vivido de espaldas a la modernidad se atrevió por fin a asomarse al desarrollo y al crecimiento industrial. Y si hay que desarrollar, se desarrolla y en cuanto más grande y más alto mejor.
    
     Y el resultado es ahora una ciudad que tiene la plaza más grande del mundo, Tiananmen, la avenida, dicen que la más larga del mundo, Changan, con sus más de 40 km de longitud y que cruza la ciudad de Este a Oeste, cinco cinturones de autovías que conforman el eje circulatorio, además de múltiples centros comerciales, impresionantes rascacielos de los más afamados arquitectos del mundo y calles inmensas de al menos medio kilómetros de anchura. Y por si esto fuera poco Beijing tiene cinco Patrimonios de la Humanidad, siendo la única ciudad del mundo con tanto tesoro cultural establecido por la Unesco; la Gran Muralla, la Ciudad Prohibida, el Palacio de Verano, el Templo del Cielo y el Sitio del Hombre de Beijing. 
     
    Y todo ello es magnífico pero hay que estar preparado porque los turistas salimos del hotel y nos ponemos a patear las calles que es la mejor forma de conocer una ciudad. Así que preguntamos ¿dónde está el mercado de la seda? Pues muy cerquita de aquí, responden los chinos y nos ponemos a andar y andar. Muy cerquita pueden ser de 5 a 7 kilómetros, total nada, solo dos paradas de metros. ¿La Plaza de Tiananmen? Pues aquí al lado, a tres paradas de metro. Y entonces es cuando los pies se cansan y nos recuerdan con su dolor todo lo que hemos caminado. Así que yo recomendaría a las autoridades de la capital que indicaran en los planos de la ciudad los kilómetros que hay de un lugar a otro. Así el turista tendría una referencia de lo absolutamente grandiosa, espléndida y magnífica que es la ciudad.


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